Aunque el viento frio
arrope con su abrigo lugares
que almacenan recuerdos
que vivimos y pensé callarme,
de como la luna callada
testigo de aquellos encuentros
estuvo en momentos grabados
en lo más profundo del alma,
noches perfumadas entre el cobijo
de tus sábanas blancas
de cuerpos ardientes
y besos con el fuego de tus labios
que me llevaron cobijado
hasta un infinito donde la muerte
se asustaba del blanco de tu sonrisa,
que la esplendidez de las cosas
aparecía pintada en el rosa
de la aureola de tus pechos
y que el recelo presente
solo era a un amanecer nuevo
sin tu cuerpo a mi vera,
sin la dicha de tus palabras
acariciando mis orejas
con aquellos te quiero
que abrían de par en par
las ventanas de mi cielo
y con el miedo a un ahora solo,
recordando sin pronunciar
aquel poema que escribimos,
tu sentada sobre mis piernas
y yo susurrando en tus oídos
lo bonito que sonaba el rugir del mar,
en aquel escondido rincón
que guardo dentro del corazón…
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