los tamarindos que antaño lucían un verdor lleno de vida y savia, se transformaban en sombras marrones por el efecto de la sal en sus entrañas, sal que destilaba el agua marina que las olas proyectaban sobre sus raíces a todas horas, esto y el poco riego que se les dispensaba hacían posible ese cambio de tonos como si de la primavera pasásemos al otoño, al tiempo que esta pregunta no dejaba de martillear su cerebro….
Dejarías de andar por miedo a caer?
Lo que menos le ayudaba en estos momentos era no poder quitar pensamientos que de su mente fluían en forma de poesía:
No fui yo
quien decidió que era ella,
fue el fulgor de su mirada
y la pasión de sus besos
quienes decidieron,
ahora todos me dicen
es pasado
olvídala,
pero nadie sabe
la felicidad
con que recibía
sus ¨te quiero¨,
sus buenas noches
y sus buenos días,
la sonrisa de su mirada,
con la que convertía
cualquier abismo
en el más bello
de todos los paraísos,
desde que nos dijimos adiós
a las seis miro el teléfono
a las doce,
a cada momento,
esperando ese mensaje
que solo vive mi mente:
Vuelve,
dejemos lo que nos destroza
y abracémonos para siempre.
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