Resisto navegando
entre los suspiros de tinta negra
de una estilográfica antigua,
en un mundo de enciclopedias
a contar historias perversas
y mientras floto me acerco
a infinitas orillas vacías de ideas
en las que el remo se encalla
y el ancla grita en silencio,
ajeno a la demanda de lagrimas
que se pierden por el estruendo
de un precipicio cercano
que me espera sin desespero,
entonces arrastro
la quilla con prudencia
en un gesto de gallardía,
y ajeno a sus ecos
mi miedo aguanta esperanza,
aunque desde dentro mi alma
hilvana palabras nuevas
y me siento en mi silla de enea,
a desempolvar recuerdos
evocando fotografías rancias
con heridas recientes,
con la cara de la muerte
reflejada en un espejo de plástico
que la gente conoce como tele
y me duelen cada uno
de los poemas que exhala
porque la poesía nació con alegría
nunca para pervertir el alma...
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