Agoto mi sollozo pidiendo
que aquel tierno apetito
que juntos juramos vivo
para mantenernos unidos,
que nos conduzca a ese cielo
que nos inventamos
en el que viviríamos juntos
con sueños inventados
alejados de las llamas del estío,
mis celos abrasados
y tus pensamientos claros
lejos del sufrimiento encarnizado
de la desconfianza que nos rondaba
oculto en la inexperiencia
de dos jóvenes alocados,
inmersos en la niebla
cruzamos su alfombra con angustia
con la fuerza del que busca
y el miedo a lo desconocido
abrazados a la infinita pena
de perdernos entre aquella ánima,
sin melodía ni tan siquiera la belleza
que supusimos nos abriese la puerta
de aquel vetusto paraíso
en el que la desidia traicionera
nunca encontró su sitio,
un disfrute infinito del que disfrutamos
alejados de ofensas y el desgaste
de un tiempo que a su paso
se convierte en flojera,
para siempre abrazados…