“Administrar la justicia
con ecuanimidad y rectitud
y si es necesario con rigor
y ejemplaridad,
de las gentes lo permitan
sed también misericordioso y benigno”
qué pasaría si Felipe II
autor de tan hermosa soflama
y señor de todas las Españas
en la batalla de Lepanto
en el que valerosos hundieron
ciento cincuenta galeras enemigas
con Juan de Austria al mando,
levantara la cabeza y viera
que cinco siglos más tarde
con un simple “lo siento”
se considera desagraviado
el más aborrecible de los hechos
cometido por altos mandatarios,
seguro pensaría se había equivocado
y volvería a ocultarse como profesional
en su prudencia, santo y seña
de lealtad a sus pueblos,
después de lo expuesto concluyo
que se es más siervo escribiendo
en un diario y relativizando hechos
que hacen vomitar por delictivos
condenándolos únicamente de atrevidos,
como el del “señor” rubiales
que le condena al patíbulo,
pero que seguro acabará pagando
la primera capitana española
en ganar una copa del mundo,
bonito recado desde un estamento
presidido por un “gentilhombre”
para un cambio brillante
en que la mujer ha demostrado
que si se trata de defender,
es capaz de dejarse el alma
como el mejor guerrero de España...