A veces giro mis pasos y veo
como se pierde el día en el ocaso
mientras las palomas vuelan
al encuentro de sus crías en el nido
para darles cobijo contra el frio,
en una noche larga en que el viento
maneja las veletas a su antojo
y la lluvia aparece en silencio
como fantasma en castillo desarmado
por el desamparo de su cuerpo,
otras grito con desespero al abandono
y hasta al propio recogimiento
en los que el paso del tiempo
como regalo descuidado a su suerte
lo dejamos de lado sin caer en la cuenta
que trofeo tan preciado
solo se disfruta una vez en la vida,
las que más, miro al frente
y me asomo al acantilado riendo
como niño pequeño disfrutando
del sol en el horizonte
y el mar a lejos rompiendo crujiente
contra sus rocas con olas de espuma
mientras se alimentan sus peces
de especies que anidan junto a la costa,
entonces rio de como pasa la vida
unas veces cantando y otras llorando
porque anda como tren del medio día
sin paradas que alivien su recorrido…