Sus piernas talladas
en mármol rosa destacaban
entre el transparente de su falda
como estatuas que el tiempo
sobre aquellas curvas perfectas,
aguantando sus glúteos redondeados
de talla fina sobre los que se sostenía
un torso con la dulzura
del placer que fascina
por su sazón de mujer hermosa,
con el corazón embelesado
por el osado
contorno de sus senos,
del que destacan como distintivos
ansiosas y rebosantes
sus areolas de tamaño infinito,
demandando unos labios
que acaricien sus glándulas,
activados por una lengua
pérfida con la libido
de las llamas de un infierno
y las ganas de vida
para disfrutarla, propicias...