La mañana amaneció grisacea
dentro de esa soledad vacía
que araña la voluntad sicaria
del camino hacia el alma,
hasta que apareció la mano amiga
donde descargó toda su rabia
con la sencillez del que apaga
la llama de un infierno ajeno
peregrino y sin razonamiento,
apagó aquella sed
sin fórmula conocida
como el que juzga indulgente
pura y llanamente con la amistad
de testigo y de fiscal la suerte
de contar con el amigo,
y es que barco donde gobierna
la mano amiga que ayuda a dirigirlo
no tiene necesidad de sufrir
ningún mar bravío
ni tempestad por la perder la calma
por lo sencillo de lo limpio
que es un abrazo aliado...