Quizás sea la única forma
de contar la historia hoy
sin heridos ni muertos todavía,
subido a la palestra del desengaño
y el egoísmo por adalid
de una España que se quiebra
como en pasadas épocas,
el frio de la piedra en las palabras
y el cuchillo en la garganta
cercenando una libertad efímera
que se nos avecina como quimera
a sueños olvidados
y rebeldías muertas,
como la estampa
de vientres crueles que vuelan
donde la tierra tiembla
por el abandono de sus campos
y el rencor y la rabia
se siguen cavando
hueco profundo
donde enterrar las almas
capaces de convertir en paraíso
la traición y el totalitarismo
de tanto ruido maldito
que se engendra sin compromiso…