
Hoy bonita y limpia
desde lo alto del cerro
despunta la torre vigía
de un castillo,
de nuestro pueblo
donde las animas benditas
jugaban al escondite
y cuestionaban con el miedo,
sueño de infinitas banderas
por la fuerza de su piedra
en un tiempo del que aguanta
oteando el mar de olivos,
orgullo de cada uno de sus años
a sabiendas
que su historia la sustenta
su mirada hacia un cielo limpio,
príncipe con los pies
anclados a la roca
y la luna compañera
respirando sus aires
como ilustre soberana,
a la que corteja
desde la soledad
de su fortificada belleza…