Que ancha la capa que cubre mi cuerpo
de todo aquel que trama a mis espaldas,
del viento malandrín y el frio aspaviento
de la lluvia cuando empapa hasta el alma.
De las aguas agitadas cayendo de tan alto
y de las palabras que como espada
hieren como amigo pagano
que únicamente a la cara te aclama.
Fea arenga que si das la vuelta sentencia
con la envidia como bagaje
adiestrada por la profana comedia.
Capa amiga, bajo tu tela me acomodo
como fúnebre fantasma al que la sabana
ya no le interesa, ni le condena con su aplomo.