A veces empiezo a escribir
como sin ganas,
abandonado a la suerte de las musas
que graciosas y sin prisa
se columpian por mi cabeza
sin saber estarse quietas,
hasta que coquetas y relajadas
reposan molidas
ejerciendo la agradable tarea
de iluminar la faena,
para la que fueron requeridas
encendiendo el fuego
que desprende el cerebro
cuando las ideas
se adueñan como sin quererlo
del dulce momento
de convertir en verso
palabras que saliendo de una boca
solo producen magia si es leyendo,
como las ondas de la radio
que en boca de un malabarista
de la palabra
convierte en donativo,
palabras que en el diccionario
solo son presentes
para ser usadas sin el adjetivo
que las convierte en obras de arte
por la sensibilidad
con que se transmiten,
palabras rebuscadas
siempre elegantes
que surgen como garabatos
y en la punta de la lengua
transforman en ideas positivas
una realidad que contada
desde el atril nos hace tanto daño…