Cobarde le gritaban
mientras él se aguantaba las ganas
herido de muerte, receloso
pensaba él para sus adentros,
mientras el viento más cauteloso
que palabras arropadas por cuantía
las arrastraba lejos,
hubo momentos que por su cabeza
rondaba la osadía de demostrarles
que no es en la boca donde radica
la fuerza del hombre,
si no en el silencio que en su lamento
no produce heridas
de las que lamentarse
porque este queda tatuado en el alma,
guerrero de la vida sin armas
que destruyan palomas blancas
y construye castillos de esperanza…