Las manos llenas de callos
camiseta blanca de tirantes
pantalón remendado
piedra a piedra
las grandes haciendo cueva
por la que alimentar el fuego
crecido por ramas de olivo
y las pequeñas como astillas
sujetando a las primeras,
mi padre Pedro en medio
un pañuelo con cuatro nudos
de sombrero y los brazos
llenos de arañados por el esfuerzo,
yesero de oficio
con el cuidado
de que tan rutinario trabajo
no se le viniera abajo,
recuerdos de niño
en el patio de Carmen mi abuela
y mi abuelo Juan el gitano,
apodo ganado por su guitarra
y un sombrero cordobés
siempre como adorno,
en el pozo el botijo
apagando la sed de una tierra,
Jaén y Sorihuela
muertos que se mantienen en pie
como el negro raso de su cielo,
un canto al recuerdo
de sus olivos verdes
y mi gente siempre presente,
niebla que nubla mis ojos
como la alegría valiente
de una suave brisa olivarera…