Que oscura la noche
de aquellas cosechas de febrero
repletas de tinieblas que tropezaban
con el frio de su invierno,
donde se frenaban las prisas
ante la oscuridad de sus tinieblas,
noches de giro de esquinas
corriendo hacia el sitio
donde las gargantas aplacan su orgullo
amenazadas por el cruel alarido
del surtidor de virus en calles
embarradas,
por el humo de sus chimeneas
crueles como el resbaladizo
de sus aceras cubiertas de hielo,
sufrir es historia de héroes
con capa de hierro
ausentes de la música
de un lecho esmeralda
y una luna fría como su espada
carente de la alegría
de una historia enamorada
por su condición de ermitaña …