Navegantes hacia el mismo destino
acariciados por oleajes distintos
en un mundo grande sin fronteras
nacemos para el bien de la tierra,
hasta que nos convertimos
en prisioneros de su libertad
abandonados a la suerte del poderoso
en recintos de cristal y ansiosos
bajo la tutela de unos preceptos
opresores hacia nosotros mismos,
miedos a un sol naciente
al que cada día quedan mas cortas
sus bienvenidas de esperanza,
siendo capaces de cederlas
en forma de tiempo
que nos vino de regalo
en el que van impresas
nuestras ganas por disfrutarlo
sin tan siquiera caer en la cuenta
de analizarlo,
desdichado todo aquel que se siente
capitán de este barco sin timón
abandonado a los deseos de un planeta,
que soplan sin sistema,
varados tras el antojo de un universo
que nos regala el privilegio
de disfrutarla
y capaz de arrebatárnoslos
si ese empeño se transforma
en avaricia y olvido por cuidarla...