Todos los niños cantaban a coro
letras alegres de viejas canciones
dando un aire insólito a una clase
de solera donde se purificaban
los primeros años de escuela,
tiza blanca sobre pizarra negra
y un mapa enorme de España
que servía como capa,
de toro
una vieja estufa a gas butano
presidían la cabecera,
un altillo de madera
sobre el que estaba situada la mesa
desde la que Don Paco,
con su traje gris eterno
espaldas anchas y papada generosa
nos contaba unas veces gritando,
pensando que no le seguíamos
la historia de la torre del homenaje,
única pieza en pie de nuestro
amado a la vez que temido “castillo”