Su ceguera no era de esas
de miradas perdidas
ni de ojos cerrados,
la suya era de mente ofendida
y sentimientos escasos,
su cerebro una cuadrilla de ideas
sin razonamientos
un libro de páginas en blanco,
un juguete en manos del tiempo
sin evasivas,
la soledad como muñeco de trapo
sin hogar
donde resguardarse de la lluvia,
un espíritu desguarnecido
sin lecho donde desahogar su pecho,
de efecto saludable
y naturaleza fría, su alma
carecía de venas y corazón
que bombeara sangre
a su mente perdida
entre la que derrochó su vida…