Pintaba sobre paredes encaladas
versos de Lorca y Machado,
poesía ilustre por la gracia
de una luna que vino a la fragua
en una castilla de campos yermos
buscando una escalera
para subir a la colina
donde se desangran logros amarillentos,
viejos entuertos
que instruyen al alma
sobre asaltos urgidos
desde la tarima y su parlamento,
al que manifiestan que sus decretos
son como cadenas que arriendan
los privilegios del pueblo
a las grandes sociedades,
un negocio que les mantiene
en lo más alto por sus necedades…