Aunque la sonrisa
presidía su cara de niña
era la tristeza quien
en el fondo guiaba
su encanto cada mañana,
morena de ojos traviesos
piel sedosa como su mirada
y necesitada de amor del bueno
andaba perdida
entre una maraña de obsesos
hambrientos de sexo
que para nada complacían
su anhelado deseo
de ser amada como merecía,
fue el destino en su fase lozana
quien cruzó nuestros caminos
haciendo que tropezaran
sus pasos con los míos,
mi mirada perdida
entre el descaro de la suya
hizo temblar los cimentos
de las cuatro paredes
que nos envolvían,
y así casi sin darnos cuenta
fue como su boca
se acerco a la mía
acabando en un beso con sabor
a ese montón de cosas
que hacen que se estremezca
hasta lo mas recóndito del cuerpo
deseando que ese momento
no terminara nunca...