Fue deambulando por caminos
de trabajo duro y hambre
que la vida me enseñó
a apartarme de esos amigos,
que siempre tocan tu puerta
con la mano abierta y los bolsillos
vacíos, pero bien cosidos
para que les quepan tus desechos,
aprendí lo simple que ven otros
a cualquiera de tus logros
por grande que haya sido el arrojo,
ganándome la confianza
en que los premios literarios
son un regalo al desacierto,
solidarios con gente sin talento
como laurel
a lo que no causa dilema,
una recompensa barata
que envenena salas enteras
por feo como adorno
y poco experto,
soy poeta por el pudor
que me inspiran mis versos,
porque no presumo de ello
y porque ellos
nunca llenaron mi despensa…