Grité al eco, ¿que somos?
y pensándoselo un rato
me contestó sereno,
somos el uno del otro
vivo vacío como vino
en su fruto prisionero
que sin ser destilado
por la acidez de su gracia,
se sabe de su existencia
pero sin poder saborearlo,
luego somos como la tierra
madre a la que sin darnos cuenta
imitamos,
de jóvenes a su primavera
verdes con la fuerza
de una tormenta,
para en verano asentarnos
para seguir disfrutando
sin rumbo al que dirigirnos,
en otoño pausados
perdiendo muchas de las hojas
que nos protegieron
de una existencia azarosa
para llegar al invierno
y con suerte aguantar el frio
con que se espera que llegue
la próxima primavera,
cansados para si se puede
repetir el mismo ciclo…
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