Odio la deliciosa calma
de mis noches placenteras
por su indiferente tarea
en mi camino hacia la gloria
escondiendo mis mejores versos
como fantasmas infranqueables
entre mis sueños más intensos,
la odio por descarada
y la mentira
con que esconde sus laureles,
dejando mi alma perdida
ante el fuego de sentirse protegida
de oídos sedientos de leerla,
malditos versos traicioneros
que por cobardes huyen
del reconocimiento honesto
de vivir eternos en un poema,
maldita la cueva inexpugnable
donde se esconden malditos,
sin nadie que los lea
y maldita su esencia porque de ella
no vera la tierra ningún hijo
con la naturaleza exigida
a una buena poesía…
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