Siempre me pregunté de qué color ve el cielo
todo aquel que cuando se mira al espejo,
en su reflejo se ve subido en la tarima
que construyó un carpintero,
el sastre de la esquina y sin querer saber
que su plato fue producto
del trabajo de un agricultor en el campo,
que su única afición es la de ser esclavo
de un dinero robado que dice ser suyo
pagando por preservarlo un mínimo salario,
de que tono debe ser el celeste de su alma
cuando declara guerras que vive
desde una retaguardia segura
que le protege con armas que se construyeron
en las mismas fabricas donde ejerce
de vendedor y mecenas para su defensa
y que se cree imprescindible en un mundo
en que su mayor aportación,
es la de capitanear un barco con rumbo
al fracaso de perderlo cuando
como a todos le llegue su último día,
sin haber sabido de la alegría de vivir
siendo libre por lo que nada se pierde
ni tan siquiera el tiempo de mantener
unos bolsillos bien cosidos,
ni la gracia de saberse bienvenido a una vida
que nos brinda las ganas de vivirla
sin espejos en los que se refleje la envidia…
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