Apareciste desnuda
y resbaladiza
cuando el reloj
marcaba un mediodía
inerte sin pronunciar palabra
sin acecho de esperanza
como acostumbras,
pero me encontraste fuerte
y quedaste sorprendida,
en guardia sin descubrir rendija
por la que deslizarte,
ladrona de vidas sin desmayo
que te finges dormida
dando cuenta siempre
de tan lastimoso trabajo
jugando a las escondidas,
te delató tu cara de pena
el hedor a muerte de tu túnica
y el brillo asesino de tu guadaña,
llegaste y pude mirarte a la cara
con la premura del que espera
pero no quiere jugar tu suerte,
preparado para una batalla
que, aunque siempre se pierde
si estoy dispuesto a batallarla
para prolongarla en el tiempo…