Era una mañana fría de invierno
de las que no encoge la piel
aun poniéndola en agua hirviendo,
el pensamiento perdido
entre la posibilidad de viajar
o librar la batalla que en sueños
le ofrecía un mundo nuevo
de arriesgada magia,
la extraordinaria aventura
no carente de miedos
de encadenar versos para no morir,
pues escribir es sufrir en silencio
unas veces de ganas
otras librando el aburrimiento
pero siempre con la alegría
de imaginar a alguien feliz
interpretando lo que a veces
ni el que escribe entiende,
la tragedia de la poesía
reside en la nacionalidad
de quien la recita con desconsuelo
pues transforma en rima
la reinante y frágil soledad
de no ser correspondido,
patria reinante de musas
que convierten a veces lo escrito
en ingenio desmedido
y a la angustia en su caldo de cultivo,
al fin y al cabo
un libro es un relato indefinido
basado en una historia sin pujanza,
a la que el lector con clemencia
dota de corazón y con mucho cariño
regala un alma...