
Hay veces en que los momentos
nos vienen tan de cara
que es difícil sorprendernos,
en otros la alegría sana
nos demuestra lo sencillo de la vida
y nos regala momentos
en los que lo único que nos daña
es la velocidad con que pasan
cuando lo vivido es pura alegría
al lado de seres queridos
y hasta el más insignificante conflicto
desaparece de nuestras mentes,
ese es el instante que no hay oro
en el mundo que lo iguale
y en esto disfruto de una familia
que a la hora de regalarme
me considero el más rico del mundo,
gracias Eva y Fernando
por empeñaros en regalarnos
de los días más felices de nuestras vidas,
seguro que no hay brindis en el mundo
capaz de igualarlo, solo por eso
pido que en cada uno de nosotros nazca
desde lo más profundo del alma
unos días de estos de vez en cuando,
para que con copa o sin ella
podamos unidos seguir celebrando…