Atraída por el silencio quedó mi alma
y la fractura de mi pecho sanada
dando luz a la eterna fortuna de tu estrella
para que alumbrara mi destino para siempre,
a la diligente muerte dejé chamuscada
en la lumbre donde el amor eterno
se fortifica para disfrutarte agarrada
al ardiente pecho de mis sentimientos,
bajé al olimpo placentero de tus besos
bendecido por el abrazo de tus caricias
espantando las oscuras nubes
que merodeaban nuestra estrella,
abatiendo cada uno de los recuerdos
que por sombríos turbaban la luz de la diana
que alumbraba el final de nuestros pasos,
apagué los infiernos de la duda
desterrándolos a una noche furtiva
entre placeres viejos ya muertos
y encendí tu llama con una sonrisa inevitable
con lágrimas que unen corazones para siempre,
por razones que nunca mueren…