Quiso ser poeta, pero no supo
avivar el fuego que como humo
quema sin la llama ajena
que nace desde muy adentro,
versos nuevos con la que encenderlo
y el trabajo lo entendía
mirando musarañas
a las que confundía con musas,
esperando que le impregnaran
del extraño efecto de la fantasía
quiso, pero nunca supo armarse
de ese duende que te reclama
una silla y mucha paciencia
repaso con el rugido de lo extraño
rondando cada sílaba
y la angustia de la espera a que alguien
justifique que lo que escribiste
puede asentarse en una estantería,
no sirve el que desespera
ni el que espera ser leído por cualquiera
porque el poeta bueno nace y muere
como cualquiera, pero vive
siempre a la espera de que la próxima
siempre será mejor poesía
que la que está escribiendo,
respira hasta morirse de algo triste
como la locura por la rima
y la magia en lo que escribe
la saca del alma, nunca por la gloria
de ser el único que sabe,
con la certeza de que siempre
será juglar de reyes sin laureles
que regalarle…