Como trencillas de oro fino
matizan sus cabellos blancos
embriagados por el sol divino
desde lo alto del acantilado
con una breve tristeza marcada
en las arrugas de su frente,
mujer de años liberados
de uno en uno, apuntalados
en sus piernas que ya no aguantan,
mujer guerrera de primera línea
reflejo de su mirada directa
sin amargura ni rencores
nunca vencida por los candores
ni las cadenas que en forma
de obligaciones le marcaban
un camino que no era el suyo,
una jaula de plata con candado
donde sus bellas alas
solo le servían para exhibirlas,
entiendo que abriera la puerta
y volara aun tachándome de atrevido
porque libertad es volar
hacia el sustento que se goza
aunque su desazón sea agria,
gritar para que el silencio
no te consuma por dentro
y saltar hacia ese vacío llamado vida
antes de que esta se consuma
sin haberla gozado ni vivido…