Cansados volvimos a subir la cuesta
aquella en la que nos encontramos
jadeantes como un toro bravo
tu, con tu sonrisa fresca
y yo con piernas de veinte años,
aspirábamos a todo y el tiempo
aquel que doró nuestras sienes,
aquel al que nunca hicimos caso,
aquel al que con estrategias
logramos sortear con inteligencia
fue más listo que nosotros
por su paciencia de santo,
lo llenó de sombras al principio
hechas realidades con la misma claridad
con que si te acercas al precipicio
la negrura del ocaso puede con la voluntad,
ahora vacilan nuestros pasos
y nuestra vista solo alcanza
a contemplar la estampa
de nuestros cuerpos en edad avanzada,
pero de lo que no puede desposeernos,
es de la alegría de querernos
como el primer día que subimos
aquella cuesta donde las piedras
ahora nos parecen abismos,
pero sabiendo que el cariño
sigue siendo el mismo
sin el peligro de dañarse por los años…