Que triste se siente mi cuarto
sin tu aroma recordándome
aquella noche que pasamos
resguardándonos del frio,
con el abrigo del roce y la dicha
del ruido de la hojarasca
arrastrada por el viento
como trinos de cientos de pájaros
huyendo del invierno,
que triste quedó mi cama
que solo usaste de aposento
para tus nalgas cansadas
subiendo aquella cuesta
de escalones infinitos
que toleraron nuestros pasos
conduciéndonos a nuestro encuentro
y que tristes se quedaron mis ganas
después de tus besos
pensando no volver a disfrutarlos
por el caramelo de su misterio,
hoy volví a verte y el silencio
se apoderó de mi boca
intentando abrir de nuevo
aquella puerta que deje cerrada
pensando que si te dejaba marchar
no volverías nunca jamás,
sin caer en la cuenta de que tus alas
vuelan con una envidiable libertad,
hoy si disfruté de tu cara
con la dicha de una mariposa
que liba el polen con las ganas
que suena un piano y la fuerza
de un rosal en primavera…