Hasta debajo de la cama
guardaba aquellos retales de papel
en los que escribía versos
que nadie leía por desconocer
tenía la sensibilidad escondida
como los cientos de poesías
que había escrito sin nadie saberlo,
excepto su madre
cuando limpiaba su cuarto
que le servían como relajo y alegría
pensando, no todo esta perdido,
aquella mañana de mayo
lucían las rosas como ninguna del año,
el sol apenas despuntaba
y se acordaba de una muchacha
de sonrisa desconocida
con la que apenas había cruzado una mirada
de esas que te dejan petrificado
por el candor que te recorre el cuerpo
apenas a un metro de distancia,
hasta una luna casi trasparente
había decidido quedarse en el cielo
azul, como el vestido que anunciaba
un cuerpo hermoso por el que se perdería
disfrutando de aquel espectáculo
de labios que suspiran por un beso
y curvas que mareaban
como perfume intenso, por lo perfecto
de sus pechos con el delito añadido
de una piel suave y fresca como
agua de rio en su nacimiento…