Fue la desnudez de tu cuerpo
la que traicionó mis razones
y puso en alerta
la magia con la que hurgaste
hasta en la última madriguera
donde escondía cuidadoso el poco
juicio que presidía mi instinto,
tu infinita belleza
ayudó a la perecedera calma
con que mimabas lentamente
aquel asombroso instante
convirtiéndolo en desvarío,
de esta maravilla enriquecedora
brotó aquel rayo que con insolencia
se apoderó de mi cuerpo
a la par que lo fundió con el tuyo,
tu semblante desencajado
el mío intentando olvidar
el camino de vuelta a una realidad,
cargada de olvidos y miedos
de palabras perdidas en la distancia,
del vicio de no reiniciar
cuando cuerpo y mente
pierden el contacto,
un mundo lejano capaz
de hacer borrar hasta que existir
es primordial y morir
algo que por seguro hay que olvidar,
a partir de aquel instante aprendí
que para encontrarse con uno mismo
no es necesario tener,
pues con desear basta para vivir en paz...