En el rostro llevo marcadas
heridas de otras épocas
que destrozan, mi ingenuidad
de niño ajena
pues aprendí a soñar sufriendo,
destacando los hoyuelos
de alegría de mis mejillas,
apagadas únicamente
cuando por ellas resbalan
lágrimas por recuerdos
de un pasado que revive en mí,
dentro de un presente,
donde las olas de espumas blancas
cambiaron por el verde sufrimiento
las alegrías de sus rompientes,
coplas de otros tiempos
que como estigmas
me acompañan para los restos
como la raza que me acaricia
y me desgarra con su fuerza,
miedos ausentes rasgados
por el viento de sus llantos
que flotan a la deriva como tabla
perdida en el mediterráneo…