Rompí
con los gritos que ahogaban
ese empleo interior
que llamamos conciencia
con la penitencia de su olvido,
dejé de inclinar la cabeza
y di puntadas de pie
sin inmutarme apenas
a todo lo que quiso hacerme caer,
con la suerte de que mis manos
fieles escuderas
me acompañaron siempre
abriendo las rejas
de infiernos que nunca inicié,
un mundo de sombras
iluminado por cabezas
que no quisieron ver luz
en días de tristeza,
ni supieron nunca
que atacar es fácil
lo difícil es defenderse
del poder podrido
cuando se usa
sin saber rendirle honores…