A toda esa gente que busca
un cauce donde las alegrías
se guíen por la senda
dueña de sus tristezas les grito,
que seria de la flor del almendro
si el invierno desapareciera,
tendríamos primavera
o seriamos esclavos de un otoño
perenne como álamos
en el cementerio ausente
de risas, con el escarnio negro
de un viento apagado
por el oscuro maleficio
de planetas abandonados,
sin el regocijo de cuerpos desnudos
amantes de la naturaleza
y con sombras de calavera,
el amor dejaría de ser eterno
y la alegría un triste consuelo
oscuro de semilla hermética…