Sentado espero tu vuelta, la puerta abierta
mi rostro preocupado
y mis dientes jugando a asustar el frio
mientras corren los atardeceres,
huyendo de un viento lleno de recuerdos
empapados de lluvia de invierno,
tras ellos los amaneceres tambalean
la que quizás sea mi última botella
pues hasta el vino me sabe amargo
recordando nuestra última despedida,
nunca quise ser un hijo malo
aunque los malditos años jugaron conmigo
a ese juego en que la vida enseña
a aceptar que la alegría y la tristeza
forman parte del camino,
quizás ser niño no es tan fácil
pues no hay juego bonito desde el principio
o quizás me perdí maldito
en el egoísmo de los pocos años,
ahora viejo y cansado suplico en tu ausencia
desde mi condición de abuelo y padre,
la falta de tus abrazos de madre
con la certeza de que para siempre
y en cada una de mis próximas vidas,
te quiero tan cerca como aquel jueves
en que desde la cama me trajiste al mundo…