Hoy pude saborear el aroma
a tomillo y romero
de un abrazo de mi pueblo,
disfrutar de la sincera esencia
del calor de Sorihuela,
un estrecho gesto
lleno de recuerdos
de escuela y apodos sin rostro,
cargado con la magia
que acelera el ritmo de los latidos
con la inocencia de cuando eras niño,
el despertar a un tiempo lejano
con la fuerza sincera
que se concentra en un abrazo,
en el que el miedo
se rinde ante los sueños
por volver a aquellas mañanas
de aceituna y escarcha
donde te dejabas los dedos
pero disfrutabas de miradas
que no engañan,
porque en un abrazo de verdad
no encaja la angustia
únicamente la sinceridad
y la energía de las ganas…