Viniste al mundo enrejada
con el corsé de emprendedora
embutido hasta el alma,
anfitriona de un reino sin siervos
lloraste de pequeña todo aquello
que crecida te ahorras
por no poder permitirte
ni tan siquiera perder ese tiempo,
princesa de cuento sin castillo
ni tan siquiera dragón
de boca abrasada en sus almenas
que queme las penas
de tu corazón encendido,
nido de madre
donde el calor y el frio perecen,
cielo sereno en mar abierta
con veneno en la boca
de quien defiende su extirpe,
mujer adelantada a su sombra
a la que aborrece cuando la maltrata
y defiende con beso de embeleso
cuando las manos del hombre
acarician con aliento
cada escondite de su cuerpo...