De rodillas, sin desespero
es como la recibía
con el arte de un torero
y siempre por bulerías,
ella medio aturdida
seguía el rastro de ese perfume
que la embriagaba
buscando caricias
que la encumbraran,
sus ansias rebosantes de deseo
y el encendido carmín de sus labios
suplicaban un beso,
las piernas entrelazadas
los cuerpos desnudos
y el tacto suave
por el roce de los senos henchidos
suplicaban un orgasmo
de los que te trasladan a hombros
y por la puerta grande
directo hacia el paraíso,
empezando por su nombre
que susurrado suena
a aurora de pasiones
se llega hasta su cintura
bebiendo sorbo a sorbo
cada uno de sus momentos,
para en el relajo de su ombligo
dejarse arrastrar
por la estela que forman
las olas de su oceano
y abandonarse en sueños
a los brazos de Morfeo.
Añadir comentario
Comentarios