Contra ese viejo muro
de piedra invisible
en el que topan todas las alegrias
y las penas se destruyen,
acabando por destruirme,
trepé por él esquivandolo
tratando de no hundirme
pero la mar abajo era tan gruesa
que los troncos de los álamos
verdes y fuertes en su primavera
no bastaron para mi defensa,
arrié velas derribé puentes
huyendo siempre de su presencia
pero la cruel insidia del destino
como tela de araña
engulló mi suerte entre sus mallas
y yo ruiseñor torbellino
en infinitos lances del camino,
caí en sus brazos con el desaliento
herido de muerte y es que la suerte
hasta ahora siempre presente
huyó de mi lado cuando
mas necesité su abrigo,
fue un segundo cerre los ojos
y abandoné mis auroras
mis pasos y arranqué despacio
hacia el destino de sueños callados
donde todo es misterio
donde el reloj es silencio
donde despertar no duele
quizás donde todo empezó sin saberlo...