Como brasa encendida
quemaban sus miradas
por la rabia confinada
de aquellos días en que el gris
metálico de su cuidada cortesía
había perdido todo su encanto,
la sombra del desengaño
cómplice en sus sueños
les despertó del sopor aventurero
en que se convirtió
aquel amor veraniego marginado
por la distancia y la falta
de contacto de sus cuerpos,
por su cabeza paseaban
aquellos días de playa profundos
en que pensaban se comían el mundo
y el incauto secreto que mantenían,
cada uno por su lado en su pueblo
vivía uno de esos amores eternos
de los que se olvidaron
atraídos por un tiempo de playa
sol verbena y moreno de verano
sin caer en la cuenta
que lo que nace de la nada,
sin contacto acaba como ceniza
por la prisa de su incandescencia…