Aquel día quise subir a lo más alto del mundo
y sentí que me faltaba el aire para seguir viviendo,
más tarde elegí el más profundo
y casi me ahoga la fuerza con que oprimía mi pecho,
una terrible soledad estuvo presente en ambos
entonces decidí seguir donde sentía mi cuerpo
sin el agobio de lo acelerado, la tranquilidad,
ese efecto que te hace sobrevivir atento
pero sin la necesidad de usar lo intenso
viviendo una vida que al fin se irá,
para mientras dure disfrutar de todo lo bueno
sin forzar un corazón que en lo extremo
no bombea con la fuerza de la felicidad…