Blanco nieve
pintaban las paredes
de la casa de mis padres,
unas cortinas de trapo como puerta
colgado del techo
mástil de olivo viejo
del que lo único que cuelga
son restos de matanza,
calor de chimenea
encendida todo el invierno
alimentando una olla
alivio y aliento que cura heridas
a una vida desatendida,
amanece despacio
con el sol a dentelladas
entre nubes cadavéricas
y el arrullo perdido
de unos pájaros buscando
llevar algo
a la despensa de sus nidos,
alondra de luna libre
dime el porqué de tus risas
de cebolla hambre y soledades
como un poema de Hernández…