Amaneció Mayo
con su sol por todo lo alto
y los campos luciendo el encanto
de amapolas rojas
y flores de infinitos colores,
ella apareció de la nada
pelo negro hasta mitad de la espalda
camino del rio con sonrisa de diosa griega
y cuerpo de princesa del Nilo,
atrapado por tanto encanto
decidió seguirla a hurtadillas
fascinado por el vuelo elegante
de su vestido movido por un viento
que más que de paso, quedaba parado
al contacto con tan hermosa figura,
un destino del que se sintió preso
como suerte que se presenta sin buscarla
y un misterio por descifrar
fueron sus pensamientos hasta verla desnuda
con medio cuerpo dentro del agua
y el resto una escultura tallada
en mármol de Sicilia, los brazos
chapoteando el agua y sus labios
deseando alcanzar todo aquello
que su vista saboreaba con las ganas
del hambriento en una cocina
y el guerrero en el campo de batalla,
nunca supo si fue un sueño
o una hermosa realidad desnuda
porque desde ese día nunca más
alcanzó a verla como festiva fábula…