Triste,
aquel amor extraño
del que a la vez que huía
le atraían miradas furtivas
y de vez en cuando
su olor cercano a tomillo,
amor de fácil peligro
por su riesgo, ambos casados
con el peligro añadido
de un enamoramiento vano,
amantes aventurados
por una brasa encendida sin sentido
sin cenizas ni fruto,
con el único fin
de alimentar su lívido,
amor ciego en el desengaño
nunca fortalecido en sábanas blancas
que el tiempo en su nobleza
dejará a un lado, como prenda
que nunca se ajusta precisa
a dos cuerpos asimétricos…