Los olivos de mi pueblo
aunque visten con orgullo
sus viejos troncos enredados
lucen hojas con la pena
en sus hojas de oscuro verde
con forma de punta de lanza
y en su gruesa corteza vestigio
de cientos de soles su castigo,
ejercito alineado sobre sus lomas
todo el año
que se lava la cara
con el rocío del alba
y la seca al calor del mediodía
esperando la poda,
en tormentas refugio
y en la recogida matahambres,
Olivares de Sorihuela
sangre y pan de una tierra
generosa en trabajo
por sus aceites poderosa
y esclava a la vez de una España
a la que rinde honores
con el aroma de sus montes
y el sudor de sus gentes,
honradas como sus caras
teñidas por coloridos soles
interminables
como el alma que las habita…